Iblis Magara

The Dracula Dossier | Episodio 02

Descubrimos que la Cueva del Diablo hace honor a su nombre, por qué Inglaterra no intervino en la guerra ruso-turca y cómo la Foreign Office descubrió la existencia de entidades sobrenaturales.


Draculea… Los Hijos del Dragón, o los Hijos del Diablo. Las dos traducciones del rumano pueden ser correctas. Esta es la hermosa idea que se le cuela a Armin Vámbéry justo en la entrada de la Cueva del Diablo, en el corazón de la cordillera de los Balcanes. El grupo de observadores internacionales, si me perdonan ustedes el anacronismo a falta de un nombre mejor, está cerca de descubrir pruebas de una matanza cometida contra súbditos otomanos.

Las estalactitas y estalagmitas de blanca piedra caliza parecen los dientes de una bestia dispuesta a devorarlos. Desde luego, los bashi-bazuk que les acompañan no están por la labor de darles escolta, y menos con los cañonazos rusos sonando cada vez más cerca, un estruendo que rebota en las paredes montañosas de los Balcanes. Los cosacos no deben estar ya muy lejos de Tirnova.

La cercanía del enemigo vence las dudas, y es Kerem Amanoglu quien primero regresa a la cueva de la que hace pocos meses quiso huir. Espera encontrar de nuevo los cuerpos mutilados y torturados que vio tras la rebelión búlgara, solo haya restos viejos de sangre y jirones de ropa. Un difuso rastro conduce hacia lo más profundo de la cueva.

Mármol rojo y muestras de fe abandonada

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Entre las piedras hay algo más, una rica misbaha, un juego de cuentas para el rezo de las oraciones de Fátima, que cuesta mas que un mes de soldada. Debe haber pertenecido al gobernador Ekim Dhal.

Hacia el Este, camino a una parte más amplia de la caverna dónde se depositan aguas subterráneas, el profesor Crosse percibe una anomalía, una veta joven de unos 60 centímetros de mármol rojo, con un alto contenido en hierro, que está totalmente fuera de lugar entre la piedra caliza. Toma varias muestras para analizar en el futuro, causando un ruido que alarma a sus compañeros militares ¿Se ha movido algo entre las sombras?

Entre los charcos de agua sulfurosa, Stoker encuentra un petate abandonado y húmedo. Dentro, una ajada copia del Corán, bastante sencilla, pero en avanzado estado de deterioro.

Siguiendo la caverna, perciben una amplia apertura a unos seis metros del suelo, rodeada de reseco guano de murciélago. Una colonia de mamíferos voladores ha debido de tener aquí su hogar, pero parecen haberse retirado hace unos meses. Kerem intenta escalar hasta el hueco, pero la caliza es demasiado frágil y no encuentra asidero.

Tan frágil que una estalactita se desprende y está a punto de abrirle la cabeza a George Stoker, que se aparta en el último instante por puros reflejos.

Crosse fotografía los restos de sangre, tanto aquí como en la entrada, con llamativos fogonazos de magnesio. Definitivamente algo se ha movido entre las estalactitas del techo, y no le ha gustado la luz. Muestra su desaprobación con un sonoro chillido y se retira antes de que puedan verlo claramente. ¿Un animal?

El grupo puede tener ya pruebas suficientes, aún sin haber encontrado los cuerpos, para contar la historia de una cruel matanza de otomanos… pero el misterio de esta cueva no puede quedarse así.

Burnaby y Amanoglu empuñan sus rifles y ascienden por un estrecho pasaje hasta la parte superior de la formación rocosa. Crosse se queda un poco atrás, recogiendo su trípode, y algo veloz se mueve junto a él en la oscuridad, rasgando sus ropas y la piel de su pantorrilla. ¿Qué infernales criaturas son estas?

Este no es el mármol de tus viejos templos

Las verán pronto con claridad tras el ascenso, en una amplia galería creada por el depósito de colada volcánica, que parece ser el lugar de los asentamientos humanos en esta gruta. Quedan restos de una hoguera.. junto a una nueva veta de mármol rojo como la sangre.

Mientras el grupo observa todos estos detalles, tres figuras humanoides, vestidas con harapos que en algún momento fueron el uniforme de soldados turcos. Les cierran el paso ha la salida.

En el nombre de Alá, el Compasivo, el Misericordioso

Kerem Amanoglu es el primero en reaccionar, apuntando su fusil hacia la criatura más próxima, pero su aspecto imposible le deja congelado y no reacciona antes de que la criatura se lance sobre George Stoker y le cause una herida con sus garras afiladas.

Me recordaréis de otras campañas como ‘Vástagos de Shub-Niggurath’ (by Marlock)

El coronel Burnaby es más rápido y dispara antes de que otra bestia se le eche encima. El disparo tumbaría a un hombre normal, pero solo frena a esta furia unos segundos. Nuestro militar se ve obligado a interponer su fusil como una cachiporra para no ser alegremente eviscerado.

En estos valiosos segundos, el soldado turco recupera la compostura a tiempo justo para apuntar y descerrajarle un tiro en plena cara al tercer monstruo, que esta vez sí cae muerto al suelo.

En la retaguardia, los eruditos pierden los nervios. Vámbéry cree estar ante los gules comedores de muertos de las leyendas mahometanas. Dispara su revólver y solo consigue arrancar chispas del techo de la caverna. Crosse, dominado por la adrenalina, golpea con el trípode de su cámara al engendro que intenta comerse a Stoker, y consigue distraerlo.

Amanoglu se suma a la refriega y descubre, a las malas, la velocidad antinatural de estas bestias. El turco se el rostro de la muerte cuando una garra cruel le atraviesa de parte a parte el pecho.

Y justo entonces un grito resuena en la caverna.

¡IBLIS AKBAR!

El mármol rojo del suelo se diluye como agua, y de él brota una figura humana cuya foto hemos visto hace unas horas en una villa cercana. Es Ekim Dal, el gobernador de la zona, pero con el rostro transformado por el odio y con unos imposibles colmillos. A su mandato, los dos monstruos supervivientes se retiran y se agrupan junto a él como perrillos falderos.

La ortodoncia no existe en 1877

El discurso de Dal no es muy coherente, pero al menos está dispuesto a hablar. Al descubrir que sus invitados son agentes ingleses, se muestra complacido y está dispuesto a dejarles marchar para que ayuden a su pueblo a aplastar a los búlgaros… siempre y cuando dejen un tributo de sangre. El herido Amanoglu y Stoker deben quedarse atrás. ¿Por qué Stoker? No los sabemos, pero hay reconocimiento en la mirada del monstruo.

Un cuerno suena. Los bashi-bazuk están dando la alarma ante el avance ruso. El tiempo se acaba. Vámbéry, siempre hábil con las palabras, logra que esta cosa que antes fue Ekim Dal comparta algo de información:

  • Dal murió a manos de los búlgaros, que le sorprendieron en una emboscada y le llevaron a la cueva para ejecutarle. Pero luego se puso mejor. Iblis (el diablo) le dio una segunda oportunidad y el poder de traer con él a sus hombres (los extraños gules).
  • Desea reencontrarse con su mujer, Arzu, más adelante… No lo dice a las claras, pero el avispado húngaro deduce que Dal es incapaz de salir de la cueva.
  • «Mi esposa ya tiene su tributo de sangre, dejad que yo tenga el mío».
  • ¿Cómo pueden demostrarle a su esposa que sigue vivo? «Decidle que recuerde la noche del terremoto».

Stoker, incapaz de hacer nada por Amanoglu sin su instrumental médico, se ofrece a quedarse atrás como tributo al monstruo. Pero Crosse tiene otros planes: mientras Dal está distraído en su charla con el políglota húngaro, coge todo el magnesio que le queda y provoca una fuerte explosión que ilumina por completo la caverna. Le cuesta quemarse la mano, pero aturde a los monstruos y le da la oportunidad a su grupo de salir de allí por patas. Burnaby demuestra por qué es el hombre más fuerte del ejército británico y arrastra a Amanoglu y a Stoker hacia la salida.

Las criaturas les persiguen pero se frenan en la entrada de la cueva. Un cañonazo ruso se mezcla con los gritos de Kozen Akinji. Al norte se divisa la polvareda de una escuadra de cosacos montados que avanzan peligrosamente cerca.

Hacia el Oeste, el pueblo de Arbanasi puede ofrecer un refugio. Pero tocándose el cuello marcado, Stoker sugiere regresar a la villa de Ekim Dal para hablar con la viuda, en un impulso que él mismo no entiende muy bien. Sin ánimo ni tiempo de discutir, el grupo se deja guiar en una loca cabalgada por esa ruta. Burnaby logra engañar a los rusos soltando algunos caballos de refresco rumbo a Arbanasi, lo que les permite ganar un tiempo precioso.

Señora, suélteme el brazo

El grupo llega agotado, y encuentra que el campamento de refugiados circasianos que rodeaba la villa está casi desmantelado, con familias huyendo bajo el sol del mediodía. Los bashi-bazuk, nerviosos, insisten en seguir el viaje al sur de los Balcanes, pero hay unos asuntillos que atender primero.

Stoker, ya con todo su equipo médico a disposición, logra sanar las heridas de Amanoglu y devolverle la conciencia. Arranca así al turco de una ensoñación relacionada con terremotos, cadáveres en una cueva, y órdenes irresistibles que le conminan a volver a la vida.

Mientras, Vámbéry se deja llevar por la curiosidad y pide un encuentro con la viuda-no-tan-viuda. El eunuco se lo concede a regañadientes, y solo cuando confiesa que trae noticias de su no-tan-difunto marido.

Arzu Dal, alérgica al sol

Arzu Dal, recién salida del baño (turco), se reúne con el eruditoy, pese a la desconfianza inicial, queda muy encantada de saber que su marido aún recuerda «la noche del terremoto, la noche en que murió nuestro hijo». Con un comportamiento algo errático, algo depredador… la dama asegura tener cero prisa en huir de los rusos: no piensa abandonar su hogar ancestral.

Y muy sugerentemente invita a Vámbéry a quedarse con ella y contarle, con calma, todo lo sucedido en la Cueva del Diablo. El húngaro se siente tentado a obedecer pero… recuerda historias, recuerda peligros y, sobre todo, recuerda que tiene que terminar su próximo libro. Cuando intenta levantarse, la no-viuda le agarra del brazo con inesperada fuerza, y nuestro erudito maniobra astutamente para que el sol del mediodía ilumine a la mujer desde la ventana, aturdiéndola por un momento. Cuando Arzu Dal reacciona, Armin ya está subiéndose al caballo con su grupo, rumbo a Jeni-Zagra.

Menos de una hora después, una milicia búlgara formada en Arbanasi y Tirnova asalta la villa de la familia Dal.

See you in London

Nuestro grupo de observadores, sin embargo, decide que es mejor no informar al Imperio Otomano de los extraños sucesos ocurridos en Bulgaria, así que tras separarse de los bashi-bazuk en la frontera turca, cambian de tren y se dirigen de vuelta a Londres. Allí, la Foreing Office tiene mucha información que gestionar, incluida una extraña fotografía revelada por Andrew F. Crosse que muestra a dos figuras encorvadas y una extraña marca blanca en el centro, con el papel completamente velado donde debería estar el retrato de Ekim Dal.

Inglaterra nunca intervino en la guerra ruso-turca, que los otomanos perdieron por un error táctico. Centraron su defensa en el Mar Negro y fueron sorprendidos cuando los rusos cruzaron el Danubio desde Rumanía. Tirnova fue una de las primeras ciudades en caer.

Dos años después, agentes de la Foreign Office encontrarían la entrada de la Cueva del Diablo bloqueada por un derrumbe (¿artillería rusa?) y la villa fortificada de los Dal arrasada, dicen, por patriotas búlgaros en venganza por la represión. Demasiados compañeros desaparecieron entre aquellas paredes, detenidos para no regresar.

Puede que esta aventura nos haya dejado más preguntas que respuestas, pero… ¿qué sabemos de lo que nos deparará el futuro?

Por ahora, sabemos que en 2013 cuatro agentes de la noche se ven envueltos en una persecución por Londres a una furgoneta de la casa de subastas Sotheby’s, que acelera por Regent’s Park hacia Candem Town. Dunwich está a punto de perderla cuando un semáforo se pone bruscamente en rojo. Una intrusión digital, hábil e inesperada, ha provocado que Ch3c0 pierda el control de la red de tráfico. Pero Madre está preparada y, desde algunos kilómetros, revienta una rueda de la furgoneta y provoca que se estrelle en un callejón cerca de Candem.

Lo último que ha hecho el conductor es buscar un lugar discreto en el que chocar: el precio que paga es quedar inconsciente cuando el airbag le estampa la cabeza contra el respaldo del asiento.

Dunwich y Night rodean la furgoneta siniestrada. Tienen poco tiempo, se oyen ya las sirenas de la policía en la distancia. Lo que buscan estará en la parte de atrás… una primera edición del Zohar de Moisés de León. Pero cuando se aproximan, desde el interior de la furgoneta salta algo que no es humano. Justo al mismo tiempo, Madre escucha pasos a su espalda.

Continuará…

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